domingo, 30 de octubre de 2011

Estar Convencidos: ¿De Qué?

“La Convicción es la determinación y seguridad acerca de algo. El gran problema de la sociedad de hoy es que no tiene gente con convicción” Bernardo Stamateas

¿Porqué dudamos tanto? Me hacía esta pregunta a la hora de elegir un tema para el Blog y me puse a pensar en las cosas de las cuales estoy realmente convencida. Por suerte no son pocas y al concebirlas, me di cuenta que me determinan. Sin embargo, no todas las decisiones que tomamos las hacemos por convicción, sino que dependen mucho del afuera llevarlas a cabo.  Sin darnos cuenta nos encontramos tomando decisiones constantemente: en la vida, en el trabajo, pero no somos del todo conscientes que esas decisiones son las que van marcando el camino de nuestro pasado, la manera de vivir el presente y la tendencia a futuro que tengamos.
Siempre me vi motivada por las personas que generan cambio y se sienten seguras en su decisión. Personas que cuando les consultás sobre determinado tema, responden con una seguridad extrema que nos deja atónitos y pensando en si realmente alguna vez nosotros llegaremos a manejarnos con esa convicción en los temas que nos interesan. Independientemente del tema que los movilicen,  ellos cuentan con un objetivo claro definido y ante el afán de cumplirlo, van tomando las herramientas disponibles de la realidad para lograrlo.
Completamente diferente son las decisiones de la gente que trabaja por trabajar, estudia por estudiar, no se apasiona por ningún hobby, se quiere separar pero teme a estar solo, se queja de la política actual, piensa hace tiempo en cambiar de empresa pero solo “piensa”(mientras tanto critica la actual), envidia la del compañero que sí logra irse,  espera un ajuste por inflación, que los precios bajen, que el jefe rote, pero sobre todo: que las cosas cambien.
La realidad es que si nosotros no hacemos algo para que las cosas cambien, lo único que logramos es poner afuera la responsabilidad del éxito o fracaso de nuestra vida, analizándola después como si se tratara de ciclos económicos que suben y bajan alineados al desempeño exterior. 
 Y es muy triste depender de las decisiones de otro para ser feliz o cumplir un sueño. Sobre todo porque ese otro puede no responder de la manera que deseamos o bien hacernos falta en determinado momento de nuestra vida, por lo que es necesario aprender a desligarlo del interés personal, ya que de tener un sueño, lo peor que podemos hacer es atarlo al accionar de un otro.
También es triste vivir en la queja constante… nos enferma. Y no solo nos enferma por “hacernos mala sangre” (que literalmente provoca lo que se traduce después en enfermedad física) sino porque alteramos el estado psíquico emocional de quienes nos rodean, provocando dos acciones antagónicas: más bronca si están a favor de la queja o rechazo inmediato hacia la persona porque básicamente, no te bancan.
Me parece que es crucial, sobre todo para la Sociedad actual, estar a la altura de las circunstancias que nos motivan o nos angustian y de esta manera, ir tomando decisiones prácticas que lleven al desarrollo personal y social por nuestra propia cuenta y no bajo el nombre de un tercero inculpable que por “A” o por “B”, no hizo lo que deseábamos que hiciera.
Es la única manera de que nos hagamos cargo que somos los protagonistas de las decisiones que tomamos en la vida y nos guste o no, no es válido que “el otro / el afuera” sea el blanco de determinar: que es lo que somos, porque fracasamos, con quien nos casamos, o porque estamos donde estamos. 

domingo, 11 de septiembre de 2011

Esperar que las cosas lleguen o hacerlas llegar...

Sentada en el living de mi casa junto a mi perro, un café y “Rayuela” de Cortázar, al igual que la mayoría de las tardes en las que suelo pensar “en nada”, recibí un alerta de correo electrónico de una persona interesada en el Blog.  
Me llamó la atención desde un primer momento, que a pesar de que no conocía de quien se trataba, bastó compartir algunas experiencias entre mujeres, para darnos cuenta que tenemos muchas cosas en común además de la ciudad de origen.
 En una de las primeras charlas, me acuerdo que me asignó la difícil tarea de  pensar porqué nos cuesta tanto superar la ansiedad, sobre todo de no saber esperar a que las cosas lleguen. 
Seguramente quienes escriben sobre psicología positiva superaron este tema o lo investigan para hacerlo. Yo sinceramente creo que sin conocerme, esta persona dio con mi talón de Aquiles y me llevó varios meses procesar como encarar el tema. Supongo que la dificultad de hacerlo vino dada de un problema de ansiedad.
Pido disculpas por las vueltas con las que voy a  manejar este tema, pero me parece un desafío importante poder hacerlo desde mi lugar, antes que compartir una serie de sugerencias psicológicas que carecen absolutamente de sentido cuando estamos mal o sentimos que un tema nos demanda más tiempo mental que lo habitual.
En estos casos, somos capaces de googlear todos los foros existentes sobre ansiedad, pero cuando terminamos de leer las propuestas, se nos viene a la mente cuestionarnos: “ok, como sano, me acuesto más temprano, me calmo… pero ¿cuando se supera?”.
Desde mi experiencia personal, creo que puedo dar ejemplos distintos de ansiedad en dos momentos dados:
1)      Cursando la última materia de la Facultad
2)      Cuando después de leer el Best Seller de Robin Norwood, me di cuenta que “amaba demasiado”.
Cuando nos encontramos cursando la recta final de la carrera universitaria, nos invade la hiperactividad y esas ganas de querer resolverlo todo.  Pensamos que tenemos que tener bajo control: la tesis, la presentación, el trabajo, los amigos, la familia, todo.
Faltan como dos meses para la entrega, pero ya estamos pensando en lo que vamos a decir, cómo lo vamos a decir, en la pregunta de cierre, en la cara de los asistentes y como responder a la felicitación de los profesores. Sin embargo, como quien se rige con la conciencia del “angelito o diablo”, cuando nos visualizamos con el diploma en la mano, una angustia disfrazada de titular de cátedra nos tira abajo la imagen con el miedo de: “¿y si doy mal?” “¿Y si el tema no sirve?”.
 En fin, creo que éste estado de éxtasis que nos provoca la facultad, es el resultado de llegar por nosotros mismos a una meta donde nos sentimos absolutamente dueños y responsables del logro obtenido. Viéndolo de esta manera, lo considero hasta lógico como un estado de superación personal.
Las cosas se complican cuando ponemos la ansiedad en la relación entre personas:
En tiempos modernos, la ansiedad social tiene mucho que ver con esa necesidad de querer estar al tanto de las actualizaciones disponibles en la red social y vivir conectados a todos los aparatos de comunicación existentes que denoten alguna información “extra”, de la que evidentemente, no nos atrevemos a preguntar.  
Algo así como una especie de misión secreta, en la que nos convertimos en expertos detectives a los cuales  nos va más la idea de suponer o relacionar hechos y comentarios, que sentarnos a hablar de verdad y que además se tratan de estímulos mentales que, cuando son positivos nos relajan y cuando son negativos: ¡Peligro! Nos invade la sensación de inseguridad, angustia, miedo y rechazo.  
¿A quién no le pasó? Viéndolo de afuera, podría percibirse como una manía extraña y perversa de quien necesita atención terapéutica, pero lamentablemente es una realidad frecuente en la sociedad actual y basta con tomar conciencia del hecho, que ya genera un cambio personal y de relación, sin la necesidad de asistir a una sesión de terapia.
Tanto Robin Norwood en EEUU, como Bernardo Stamateas en Argentina, dedicaron algunas de sus obras a los problemas de relación de pareja y un punto central en el que coinciden ambos, es la falta de amor propio y la carencia de valores personales que nos hace confundir el afecto genuino de un vínculo sano, con la adrenalina del miedo, la inseguridad e intriga de una relación superficial entre personas.
Al igual que hacemos con la carrera profesional, necesitamos “actuar” para “llegar a la meta”, sintiéndonos “dueños y responsables” del logro obtenido. Sin embargo en un vínculo de relación, la satisfacción de llegada no se asemeja en absoluto a la obtenida en materia académica.
Por suerte de chiquitos, aprendemos a relacionarnos de distintas maneras, con diferentes personas y de diversa edad. Bastan solo unas pocas horas en el jardín, para que un niño nos diga el nombre de su mejor amigo o de la novia que tiene por el solo hecho de verla pasar.
Ese aprendizaje nos marca de por vida, sin embargo siendo adultos aprendemos a fingir, a ocultar nuestras emociones, a ganar para “triunfar en la vida” y formar parte de esta manera, del estereotipo social que a través de un mecanismo estructurado y artificial, nos aleja de lo que en verdad sentimos.  
Es cuando podemos hacernos cargo de nuestras emociones, cuando aprendemos a valorarlas, que ya no interesa tanto lo que está por llegar sino que ponemos el foco en el bienestar presente.
Es paradójico para quien espera que las situaciones cambien, que por el solo hecho de mirar el “yo”, nuestras relaciones cambien.
La importancia de este hecho es sorprendente para quien comienza a vincularse de manera sana, ya que no se trata de cambiar los contactos o grupo de amigos, sino que se basa en modificar el vinculo y la manera de relacionarnos.
Quién sabe, sin pensarlo generamos un desarrollo afectivo con el otro que al proyectarlo al igual que los niños, nos resuelve la ansiedad social como por “arte de magia” o “voluntad del destino”.




lunes, 8 de agosto de 2011

Todos somos Responsables del Imaginario Social

Me da escalofríos el solo hecho de escribirlo porque me siento víctima de un engaño social que afecta terriblemente mi psicología. Seguramente les pasa, pero les confieso que particularmente yo, tengo terror de salir a la calle todos los días. Cuando me baño suelo sacar el perro afuera para que “vigile” que nadie entre por la puerta del patio a atacarme con un cuchillo de trampa mortal, pero sobre todo voy en estado de shock cuando mi papa va manejando a oscuras sobre la bajada de la Autopista Buenos Aires – La Plata.
De todos modos, no es para menos... a la pobre Nicole Neumann, que venía custodiada por un ex - agente oficial, la atacaron unos delincuentes a los tiros a la altura del semáforo, situación en la cual,  tuvo que agacharse detrás del asiento del conductor para no ser herida en el tiroteo.  "No veía la hora de volver a su casa con su beba", comentaba horrorizada por lo vivido y en el diario al día siguiente se publicó:

“Nicole Neumann sufrió un violento intento de Robo en Quilmes. Quiere irse del país…”

Pobre, que situación espantosa le debe haber tocado vivir… ahora yo me pregunto ¿y la denuncia? ¿Acaso un ex - agente oficial no sabe que tiene que hacer la denuncia? ¿Y las balas? ¿Los chorros ahora también se afanan las balas después de un tiroteo?

Era mentira lo del robo  y tuvo que pagar una multa por falso testimonio.

De todos modos, el miedo del cuchillo en la ducha lo mantengo. A fines de Julio en Ayacucho, una mujer salió del baño y dos delincuentes la estaban esperando en su casa para robarle. Le golpearon la nariz, y tras los gritos molestos de su beba de 3 meses, los delincuentes tomaron una toalla y la asfixiaron dejándola sin vida. Todo el pueblo la acompañó en sus dos marchas contra la Inseguridad, a favor de la Justicia y esclarecimiento del caso.
Una semana más tarde, la autopsia revela que la beba muere ahogada producto de su propio vómito (cosa que le pasa a los bebes cuando están un rato solos acostados boca arriba después de comer y no se los atiende de inmediato). 
8 de Agosto de 2011, no hay signos de robo alguno, de forjaduras de puerta, de toalla asfixiadora, solo el relato de una “mujer desesperada” que inventó un asalto al no soportar la muerte de su beba causada por su propio descuido. 

Pensé muchas veces en no realizar ensayos de contenido político – social, pero hay situaciones que como persona y Sociedad, me indignan.

Vivimos en una realidad donde nos abunda el miedo, la falta de solidaridad, donde el individualismo es extremo y sobre todo, nuestros mecanismos de defensa, no se si tan inconscientes en este caso, son producto de nuestra falta de responsabilidad social ¿Por qué falta de responsabilidad social? Porque quiérase o no, todos somos parte de esto.

Somos responsables cuando observamos con frialdad las situaciones ajenas

Somos responsables cuando miramos a un costado ante una persona en situación de indigencia

Somos responsables cuando opinamos que el Estado debe hacerse cargo de estas situaciones

Somos responsables cuando criticamos al Estado por hacerse cargo de estas situaciones

Somos responsables cuando levantamos un cartel para “Que se vayan todos”

Somos responsables cuando ese cartel no viene acompañado del nombre de alguno de nosotros para hacer valer el derecho de que las cosas cambien en relación a lo que reclamamos.

Somos responsables cuando en 2001 levantamos un cartel de “Ayuda” y en 2011 pedimos que nos saquen la Villa 31 del costado de la Gral Paz porque “Disminuye la imagen de Buenos Aires”.

Como verán, somos responsables de todo lo que nos pasa como Sociedad, pero ¿Qué pasaría  si al índice de inseguridad real, le sumamos las historias inventadas del último tiempo para generar más miedo y ansiedad?
Los invito a leer nuevamente el primer y segundo párrafo de esta publicación para recorrer el maravilloso mundo del imaginario social de los últimos tiempos. 

lunes, 25 de julio de 2011

Relato de la Profecía Auto-cumplida


Prólogo para tranquilizar a la familia:

Los hechos y relatos de la siguiente historia son meramente ficticios por lo que cualquier semejanza con la realidad es PURA coincidencia.  Aunque por cierto, esconde su parte verdad que le da ese toque místico de inspiración que hace que las palabras fluyan y se conviertan en lo que sería un relato de Profecía Auto-cumplida. No soy la mujer de la Historia y no quisiera serlo, pero si acaso alguien notara que me comporto de esta manera, hágamenlo saber antes de que levante un cartel de ayuda cuando nadie esté en condiciones de bancar semejante carga emotiva. Háganlo no solo por mi, sino por el bien de todos los que me rodean...  M.R.

                     
Siempre fui una persona desconfiada, anticuada, presionada por la edad, con pocos amigos y sin ganas de nada. Me dediqué a cuestionar la vida de los otros creyendo que la propia era lo único que estaría bien en esta sociedad enferma. Siempre estuve de acuerdo con mi familia que convertirme en doctor y comer sano, sería lo más útil que podía hacer en este mundo en contraste a tantas carreras de gestión que le regalan el título a la gente para invertir en el desarrollo de empresas chatarras ¿Cuándo tomarán conciencia los otros que la comida servida en lugares públicos nos envenena el cuerpo? ¿Sabe acaso aquella mujer que su sobrepeso hace que el índice de obesidad aumente en la Argentina?
Siempre pensé en la mediocridad de la gente que dedica horas frente al espejo y se maquilla para salir. ¿Maquillaje, yo? No gracias, eso afecta a mis poros y no hace más que ensuciarme la piel. Si un hombre me quiere, tendrá que hacerlo con mi pelo sin teñir, mis uñas sin pintar, mi cara lavada y mis hawaianas de goma que por su práctico material, no resbalan.
No tengo muchos amigos, los que tenía se marcharon o simplemente se casaron por conveniencia social. Hasta esa chica fea de la que tanto me reía un tiempo atrás, hoy está en pareja.  Pero bueno, la vida es así, a veces Dios le da pan al que no tiene dientes y a los que hacemos dieta, nos deja un paso atrás.
Confieso que me costó mucho llevar adelante mi carrera profesional, de hecho jamás tuve la posibilidad de que la vida me de oportunidades para desarrollarme como sí se la dio a otros. Mientras estudiaba, trabajaba de lo que no me gustaba para ganarme la vida: nunca nadie encuentra un trabajo de lo que estudia, el que lo hace, esta dispuesto a perder plata y el que gana bien, esta acomodado o encontró un empleo en una empresa que lava dinero y paga buenos sueldos a su personal. Claramente, yo no estoy para recibir limosnas ni llevarme de arriba dinero sucio que las empresas de hoy suelen dar a su gente.  
Me acuerdo que le comenté a una amiga que necesitaba trabajo y por primera vez me sentía libre y capaz de mantener sola mis estudios. Cabe aclarar, que el trabajo no me gustaba, pero mi objetivo era recibirme por lo cual si tenía que estudiar,  apenas atendía el teléfono, postergaba mis quehaceres diarios, colocaba mis apuntes sobre el escritorio y no me presentaba en la oficina cuando daba un final.  “Es mi derecho” y además mi obligación: estudiar.
Pero mi amiga me traicionó, un día me dijo que toda la oficina cambiaría de lugar sus instalaciones y ya no trabajaríamos en Capital Federal. Me informó que el contrato se terminaba, pero había una posibilidad en el nuevo lugar… “que mediocridad la suya”,  pensé y sin más le dije: “¿Acaso crees que yo me voy a ir a trabajar a la loma del quinoto? No, gracias”, por supuesto no acepté su oferta.
Toda la oficina mudó sus instalaciones y yo no podía creer lo que pasaba, además para colmo, me volvieron a preguntar si estaba segura con la decisión que tomaba. Parecía que me tomaban el pelo: no solo tenían cara para ofrecerme un empleo como el que me dieron, que tarde o temprano se terminaría con la mudanza de las instalaciones, sino que además me estaban ofreciendo un puesto que no me interesaba. Realmente aproveché la situación para decirle a mi amiga que ella y su equipo eran unos descarados y que por este motivo, no iba a volver a verla nunca más ya que este tipo de cosas no se hace cuando uno tiene una relación de amistad.
Me desubiqué bastante con esta situación y no supe como pedir disculpas. Igual no me interesaba, me pude recibir y la vida siguió su curso, pero ya saben como es esto: la sociedad le paga muy mal a los especialistas, además la gente no se interesa  por su salud y los casos que me derivaron, mejor perderlos que encontrarlos.
No entiendo como la vida es tan injusta. Ahora trabajo en el área en la que estudié pero necesito ganar más dinero, así que estoy buscando empleo de lo que sea para mejorar mis ingresos.
Por supuesto, pensé que mi ex amiga me podría ayudar ya que ella conoce mucha gente. Estoy segura que debe tener el contacto de la persona adecuada para contratarme. Le escribí nuevamente para que me recomiende dada mi situación actual. Sin embargo, ¿que le importará a ella como estoy después de lo que le dije?, tal vez ni siquiera conteste mi mensaje. Esto funciona así, la gente es tan rencorosa…

Dedicado a quienes pretenden vivir la vida como un juego de azar, en lugar de convertirse en su protagonista.

Imagen de REP   http://www.miguelrep.com.ar/

domingo, 10 de julio de 2011

Cuando la inseguridad es solo una sensación interna

Creo que son incontables las veces que nos detenemos antes de empezar algo nuevo, intentar cambiar algo o simplemente relacionarnos de una manera diferente.
Es cierto que muchas veces las circunstancias nos impiden movernos de la manera que deseamos, pero la mayoría de las veces somos nosotros los que nos ponemos las trabas y con prestar atención a como nos comportamos ante eso que nos preocupa,  podemos buscar una manera de trabajarlo.
Mientras cursaba la primaria me decían que era buena en materias sociales, que escribiera cuentos, que fuera profesora de literatura, pero que por nada del mundo decidiera dedicarme a estudiar matemática, química o física porque lo único que iba a conseguir era frustrarme.
Con la convicción de en que cosas era buena y en que otras no tanto, sólo sacaba buenas notas en historia y literatura, y a la hora de buscar un colegio para cursar el polimodal, me llevé la sorpresa que solo había vacantes donde JAMAS iba a poder destacarme: “Economía y Gestión de las Organizaciones”.  Me acuerdo que pedí hablar con la Directora del lugar que muy amablemente me dijo: “la única diferencia que existe en primer año entre el plan social y el nuestro, es que nosotros tenemos: CONTABILIDAD, MATEMATICA  y PRINCICPIOS DE ECONOMÍA”. Escucharla decir eso fueron 3 puñales en el pecho… “ya fue”, pensé, por primera vez en mi vida tenía 3 materias a marzo antes de arrancar la cursada.
Lo gracioso de esto es que mi miedo de no poder, sobre todo por lo que me dijeron que no podía hacer, no hizo que me diera cuenta que la única materia que me lleve a Diciembre fue un amistoso partido de Vóley con unas muchachas similares a mí que también faltaban a las clases de gimnasia. Terminé el secundario sacando 10 tanto en contabilidad como en economía, pero sin embargo pensaba: una cosa es la secundaria, otra cosa es la Facultad.
Y así fue como mi fantasmita negativo sobre las ciencias exactas me acompañó durante toda la adolescencia y estuvo presente también cuando decidí estudiar Recursos Humanos en la Facultad.  Fuimos juntos a las inscripciones de Febrero y al igual que cuando cambié de colegio, me dijeron en Recepción: “Aquí la Carrera de Recursos Humanos se encuentra en la Facultad de Ciencias Económicas donde es requisito aprobar Matemática para Ingresar”. Mis conocimientos de literatura que siempre me acompañaron como fantasmitas positivos por la vida, también presentes en esta ocasión,  me llevaron a pensar en la horrible inscripción que Platón habría colocado en la puerta de la “Academia” que decía: “No entre aquí quien no sepa geometría”. Claramente hubiera dado media vuelta hacia el centro de Atenas si hubiese estado en ese lugar.
Una vez inscripta en la carrera todo iba bien hasta el primer parcial de matemática al cual no estudié porque no quería y además no aprobé porque no podía. A lo largo de la carrera me fui dando cuenta que era mínimo el esfuerzo que se me pedía y que sin un poco de mi parte este tema era insuperable. No era casual el rechazo que sentía cuando me enfrentaba a una situación similar y cuando quise darme cuenta para mirar un poco hacia atrás, había conseguido no solo mi Polimodal en Economía sino también una Licenciatura con alto contenido analítico proveniente de las ciencias exactas.
Ahora sí, superada la prueba académica, llego la hora de trabajar y otra vez el fantasmita negativo (no ya propio sino de creado por el pensamiento de otra gente, que no solo es negativo por metido sino porque se anima a opinar), me dice sutilmente: “Buscá donde puedas desarrollar tu nivel social pero olvidate de un puesto que analice compensaciones”. ¿Y  adivinen qué? No solo me olvidé, sino que evitaba completamente aprender o enterarme al menos de que se trataba un puesto similar en la práctica. No hice cursos porque no los iba a entender, no revise nunca mi trabajo final de remuneraciones para mejorarlo, pero sí una vez sentada en mi escritorio recibí la visita del Gerente del sector que me dijo: “Necesito que vengas conmigo a la Fábrica, se abre una posición como Analista de Organización y Compensaciones y pensamos en vos”.
Yo creo que se aprende muchísimo  cuando te das cuenta que la inseguridad que sentimos respecto de nosotros mismos no coincide con lo que realmente nos sucede. Y hasta tanto no trabajemos este punto para superarlo, vamos a seguir creando fantasmas negativos de algo que suponemos inamovible, que no queremos cambiar, o simplemente reconocer que somos capaces de hacerlo. 

domingo, 26 de junio de 2011

El que se enoja, pierde

Y el que pierde, se deprime faltaría agregarle a esa frase popular lo cual es más terrible. El tema pasa por darnos cuenta porque nos enojamos y ante quien nos enojamos.
El enojo es causado por una frustración  que toca directamente nuestras emociones, pero el error que muchas veces cometemos es no encontrar la causa real que lo provoca y esto puede deberse a que la situación es incontrolable, externa o mejor aún, la persona que nos lastimó representa una figura emocional tan fuerte que no se nos ocurre una idea mejor que dirigir la rabia hacia aquel con quien sí podemos enfrentarnos: hermanos, novio/a, amigos, padres (sobre todo las madres).
Existen enojos positivos y negativos: el enojo positivo es aquel que siendo bien dirigido da lugar a recomponer el hecho para superarlo. El enojo negativo en cambio, es el que elegimos la mayoría de las veces donde: 

1) Nos enojamos con la persona equivocada
2) Nos enojamos con la persona adecuada, pero soltamos la ira como Espartanos   haciendo que el otro se derrumbe.

Lo más sorprendente de todo esto es que cuando optamos por cualquiera de estos dos puntos nos sentimos victoriosos y detrás del enojo, hacemos un llamadito al "aliado” y declaramos: “Estuve bien, le dije todo lo pensaba”.
Sin embargo para nuestra sorpresa, cuando va pasando el tiempo, nuestra victoria se derrumba por una simple ilusión: Todos vieron tu victoria menos la persona que recibió el enojo. Y es ahí cuando nos damos cuenta que nos mandamos una macana, porque si te enojaste con quien no debías, no lo vas a reconocer. Y si lo reconocés, tal vez sea tarde y esa persona no tenga las suficientes ganas de entender que te equivocaste o tuviste un mal día (cabe aclarar que la única persona que perdona y olvida es mamá, el resto de los mortales perdona pero no olvida). Ahora bien, cuando nos enojamos con la persona correcta pero lo hicimos de muy mala manera, la ilusión mejora y estamos convencidos que por decirle todo lo que pensaba, ese ser recapacitará, vendrá a pedirme perdón de rodillas y todo saldrá maravillosamente bien cuando lo haga. Lamento decirles que la ilusión se desvanece cuando nos chocamos con la triste realidad. Resulta ser que la persona no envía mensajes ni esta esperándonos a la vuelta de la esquina y más aún, nos damos cuenta que si tiene algo de dignidad, no lo va a hacer nunca.
Y así andamos por la vida perdiendo empleos, amigos, parejas… pero perdiendo, siempre perdiendo en lugar de ir ganando.  

(Gracias a los siguientes libros sobre estados emocionales: "Emociones Tóxicas" y "Pasiones Tóxicas" de Bernardo Stamateas; "Las Mujeres que Aman Demasiado" Robin Norwood).

sábado, 18 de junio de 2011

Ya no quiero ser solo profesional

Una de las cosas que siempre me tuvo inquieta desde chica era que contestar a la pregunta: ¿qué te gustaría ser cuando seas grande? Medio en broma, medio en serio contestaba con una seguridad plena “Una excelente profesional” y desde la infancia fui practicando distintas habilidades para descubrir de que se trataba. De esta manera, fui veterinaria a los 5 años, ama de casa a los 10, maestra a los 12, bailarina a los 13, cantante hasta los 16, yendo y viniendo a través del juego entre unas y otras actividades, pero sin tener una idea clara de lo que era tener una profesión en sí.
Nunca supe bien a qué se refería ser profesional o qué título había que conseguir para llegar a serlo. Tampoco tenía un referente claro que me orientara, ni profesor, ni artista, nada… pero la idea estaba fija y sin saber bien de que se trataba, comencé a transitar el camino de convertirme en una profesional
Estudié por mi  título Universitario, busqué trabajos relacionados  a la gestión de recursos humanos, tenía un diploma, gané experiencia laboral pero… ¿y la profesión?
Mi primer día de trabajo como analista de recursos humanos fue todo un desafío: Equipo de trabajo nuevo, entorno nuevo, computadora vieja (suele pasar), gente que te da la bienvenida como seres felices y contentos, gente que te mira de reojo, gente que ni te ve…  pero lo importante es que todos te reconocen y vos no conoces a ninguno y va uno diciendo “no importa, tengo que ser profesional y dar lo mejor que puedo”.
Sin embargo, un hecho muy extraño pero significativo, me cambió la visión de las cosas: Primera impresión de mail de bienvenida con los contactos de los primeros jefes del sector… y gran dilema… ¿Cuál de estas 5 impresoras es la maldita GRR_Piso02-HP3? ¿A quién de toda esta gente le pregunto cómo sacar una fotocopia? ¿Por qué no te dicen estas cosas cuando entras? ¿Cómo era que se llamaba la chica tan amable que me dijo que le preguntara todo lo que necesitaba? Respiré profundo, miré alrededor buscando ayuda y me encontré con él.  Un señor de traje vino directo a la impresora de color, me saludo muy amablemente, me pidió disculpas por no haber estado presente al momento de mi presentación y a la expresión: “cualquier cosa que necesités, avisame”, pregunté: “¿Cómo funciona esto?”.
Es increíble como la inocencia del primer día puede hacerte pasar situaciones de lo menos pensada, como encontrarte a las apuradas con uno de los niveles más altos de la compañía y preguntar: “¿Tenes idea donde queda el baño? Me comentaron que era por acá”. En fin, por un lado se recomienda hablar poco el primer día, pero por otro lado creo que el proceso de Inducción es uno de los mejores momentos donde uno está completamente fuera de la cultura organizacional y está permitido hacer esas preguntas que incomodan al interlocutor, o al menos lo sacan de su estado de confort por unos segundos.
Volviendo al sector de las impresoras, admito que mi primer día no solo habrá puesto incomodo a más de uno con mis preguntas, sino que este señor que se había acercado a buscar una hoja se terminó quedando como 15 minutos tratando de explicarme cómo usar la fotocopiadora. Al terminar su explicación con la paciencia que un maestro de primaria lo haría, volvió a su oficina y para mi sorpresa… no era un box, era realmente una oficina. Y no era una oficina común… era “La Oficina”.
Como bien decía este tipo de situaciones suelen pasar al momento de inducción en una compañía, el problema es cuando se extiende uno, dos, ¿tres años?,  pareciera que vivo en Inducción,  pero ¿qué es la inducción sino un período de aprendizaje?
El señor en cuestión resultó ser un alto ejecutivo en materia de recursos humanos, con una calidad humana que es difícil encontrar en un cargo similar. Humilde, generoso, paciente y además, profesional.
Profesional… esa palabra me suena familiar, ¿acaso yo no buscaba ser así algún día? ¿Porque a él  no se le cuestionaba este tema? Pero había algo más, el no era solo profesional: el amaba lo que hacía, y no solo amaba lo que hacía… el amaba ayudar a los demás. Pregunta que se le hacía, pregunta que tenía una respuesta personal y académica. Duda que se le presentaba, duda que decía “lo voy a averiguar”, descubrimiento que tenía, mensajería instantánea que titilaba preguntando si podía llamar para contarte de que se trataba.
Me faltaba un mentor en la vida donde viera reflejado lo que había estudiado en la facultad, pero puesto en relación con la experiencia personal y profesional. Tenía mucho miedo de no encontrarlo jamás y de hacerlo, sospechaba admirarlo viendo una foto sonriente en la contratapa de un libro de Inteligencia Emocional.
Por suerte mi referente era real, un profesional de carne y hueso, padre de familia y mentor de todo un equipo de trabajo que quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo no vamos a olvidar jamás.
Cabe destacar que se nos fue para mejorar y aún así, todavía nos sigue dando el ejemplo.

viernes, 17 de junio de 2011

Carnaval de Arlequín

Carnaval de Arlequín (1924-25)es un cuadro de Joan Miró,un pintor Catalán que a finales del Siglo XIX bajo las alucinaciones provocadas por el hambre junto con el toque poético de la situación de crisis que vivía su país en ese entonces, destacó en el Surrealismo una obra maestra por plasmar lo que sentía en ese momento...


La idea del Blog esta lejos de ser una Obra Maestra, claro está, pero Carnaval de Arlequín rompe los esquemas de lo que se espera convencionalmente, cobrando significado el sentimiento interno del autor plasmado en alucinaciones puestas en relación.