domingo, 26 de junio de 2011

El que se enoja, pierde

Y el que pierde, se deprime faltaría agregarle a esa frase popular lo cual es más terrible. El tema pasa por darnos cuenta porque nos enojamos y ante quien nos enojamos.
El enojo es causado por una frustración  que toca directamente nuestras emociones, pero el error que muchas veces cometemos es no encontrar la causa real que lo provoca y esto puede deberse a que la situación es incontrolable, externa o mejor aún, la persona que nos lastimó representa una figura emocional tan fuerte que no se nos ocurre una idea mejor que dirigir la rabia hacia aquel con quien sí podemos enfrentarnos: hermanos, novio/a, amigos, padres (sobre todo las madres).
Existen enojos positivos y negativos: el enojo positivo es aquel que siendo bien dirigido da lugar a recomponer el hecho para superarlo. El enojo negativo en cambio, es el que elegimos la mayoría de las veces donde: 

1) Nos enojamos con la persona equivocada
2) Nos enojamos con la persona adecuada, pero soltamos la ira como Espartanos   haciendo que el otro se derrumbe.

Lo más sorprendente de todo esto es que cuando optamos por cualquiera de estos dos puntos nos sentimos victoriosos y detrás del enojo, hacemos un llamadito al "aliado” y declaramos: “Estuve bien, le dije todo lo pensaba”.
Sin embargo para nuestra sorpresa, cuando va pasando el tiempo, nuestra victoria se derrumba por una simple ilusión: Todos vieron tu victoria menos la persona que recibió el enojo. Y es ahí cuando nos damos cuenta que nos mandamos una macana, porque si te enojaste con quien no debías, no lo vas a reconocer. Y si lo reconocés, tal vez sea tarde y esa persona no tenga las suficientes ganas de entender que te equivocaste o tuviste un mal día (cabe aclarar que la única persona que perdona y olvida es mamá, el resto de los mortales perdona pero no olvida). Ahora bien, cuando nos enojamos con la persona correcta pero lo hicimos de muy mala manera, la ilusión mejora y estamos convencidos que por decirle todo lo que pensaba, ese ser recapacitará, vendrá a pedirme perdón de rodillas y todo saldrá maravillosamente bien cuando lo haga. Lamento decirles que la ilusión se desvanece cuando nos chocamos con la triste realidad. Resulta ser que la persona no envía mensajes ni esta esperándonos a la vuelta de la esquina y más aún, nos damos cuenta que si tiene algo de dignidad, no lo va a hacer nunca.
Y así andamos por la vida perdiendo empleos, amigos, parejas… pero perdiendo, siempre perdiendo en lugar de ir ganando.  

(Gracias a los siguientes libros sobre estados emocionales: "Emociones Tóxicas" y "Pasiones Tóxicas" de Bernardo Stamateas; "Las Mujeres que Aman Demasiado" Robin Norwood).

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